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VILLA MERCEDES

La docente rural que se jubiló, que siguió enseñando a leer gratis en la pandemia y que creó un plan de lectura

Tatá Evangelista descubrió su pasión de joven y dejó las escuelas en 2020. Por 20 años fue maestra rural en el paraje Río V, al sur de Villa Mercedes. "La experiencia con el campo me terminó de tallar el alma”, reflexionó.

Tatá en 2012 cuando se desempañaba como maestra rural.
Actualizada: 14/04/2024 12:36
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Por Sonia Schoenaker

Si de compartir saberes se habla, Tatá Evangelista es quien lleva la bandera en Villa Mercedes. Es oriunda de Río Cuarto, pero se instaló en la ciudad hace 39 años.

Su nombre es Cristina, pero la llaman por su apodo desde que era bebé. Proviene de su hermana Alicia, que al llevarse un año y medio de diferencia no podía pronunciar bien su nombre. “Soy Tatá en todos lados, casi ni me acuerdo que me llamo Cristina”, bromeó.

En 1981, luego de terminar la secundaria se fue por un año a vivir a Santa María, en la provincia de Salta. Una pequeña localidad que se encuentra sobre el Río Pilcomayo en la frontera con Bolivia.

Allí comenzó su historia con la docencia y encontró su vocación cuando se dedicó a alfabetizar a un grupo de la comunidad Wichi, también conocidos como Matacos.

“Yo estaba con una clara intención de un trabajo social muy grande y lo descubrí a través de la educación. A partir de ahí dije ‘yo voy a ser docente’”, contó.

Al volver comenzó la carrera de educación Primaria en Río Cuarto, y en 1985, cuando tenía 22 años, llegó a Villa Mercedes para terminar el profesorado, que en ese momento se dictaba en la Escuela Normal.

Cuando El Chorrillero llegó al Archivo y Biblioteca Municipal “Juan Bautista Alberdi” (donde trabaja actualmente) para encontrarse con la docente, salía del lugar Marquitos, un niño de unos 10 años que está aprendiendo a leer con ella.

“Si me prometés que vas a empezar a jugar fútbol con otros nenes, yo te prometo que te voy a ver y me pongo un sombrero amarillo para que me veas”, le dijo a su alumno. Le insistió a la madre en que “los niños tienen que salir a jugar con otros de la misma edad y dejar un poco la tablet”.

Para Tatá, enseñar es un intercambio: “Es un trueque, porque si yo no doy, no me das. En el momento que vos quedaste igual después de estar tres o cuatro meses con un grupo es porque no enseñaste nada, no transmitiste nada. Si el grupo no te logró modificar, no te logró conmover, no te despertó unas ideas nuevas, es porque no aprendiste nada, y eso quiere decir que los otros aprendieron poco también”.

Y añadió: “Sin querer asociar la imagen romántica a la enseñanza, (porque en nombre del amor se han hecho atrocidades), educar es un hecho en sí amoroso porque es compartir saberes”.

Tiene publicados tres libros de su autoría: “La lechuza libre”, que cuenta anécdotas de los chicos de la escuela del campo, “Margarita Tributa, habitante de Tierra Seca”, una ficción que también está basada en historias rurales, y en tercer lugar el libro infantil “Historias para quien lee y quien escucha”.

Además participó en antologías de la Universidad Nacional de San Luis, acompañando a alumnos de diplomaturas en Educación Rural.

Se desempeñó como docente rural durante 20 años y tuvo una gran implicancia en la escuela del paraje Río Quinto, ubicado a unos 30 kilómetros al sur de la ciudad.

“A mí la experiencia con el campo me terminó de tallar el alma”, reflexionó, y reconoció que extraña el lugar “todos los santos días”.

Su experiencia con los alumnos en el campo.

“Mirá que no he dejado de alfabetizar, que sigo ejerciendo la docencia sin pertenecer a un establecimiento educativo. Pero extraño llegar, abrir la tranquera, mirar el molino un rato, ese rito de abrir la escuela y esperar a los chicos”, dijo.

En 2020 se jubiló después de 36 años como enseñante. Pero la pasión le ganó y en marzo de 2022 colocó en la puerta de su casa un pizarrón escrito con tiza de colores que decía: “¡Se enseña a leer gratis!”.

“La pandemia nos atravesó a todos y hubo un sector que se dejó al descubierto. Hubo quienes pudieron pagar para que los chicos recuperaran las habilidades que no habían obtenido en las casas con una ayuda extra, con psicopedagoga, y hubo otros que no”, explicó.

Es así, que ese mismo año recibió en su vivienda de La Ribera a 38 chicos que tenían desde 9 a 15 años para ayudarlos a aprender de manera gratuita.

Al año siguiente el proyecto continuó y se extendió por otros barrios de la ciudad. “Hubo gente que se sumó, que me dijo ‘yo te ayudo’ y fue una experiencia maravillosa”, contó.

Esta semana, con apoyo de la Secretaría General, del Deporte y de las Culturas de la Municipalidad lanzó el Programa de Alfabetización Integral Barrial "Leer y Escribir en Comunidad".

Teté y su compromiso de enseñar hasta el día de hoy.

Con el objetivo de expandir la iniciativa de alfabetizar por los barrios, se entregarán manuales con contenido para que mediadores voluntarios tengan herramientas para asistir en materia de educación a los más pequeños.

Cualquier grupo o persona que esté interesada en ayudar a compartir los saberes, debe acercarse a la Biblioteca (Belgrano 365) para anotarse en el Programa.

Además, se realizará una capacitación con los voluntarios: “Nos vamos a poner de acuerdo para utilizar el cuadernillo con quienes lo van a implementar. Juntos vamos a poder ver qué podemos modificar y qué podemos ajustar. También haremos un seguimiento de cada niño que utilice el manual”.

“Ahora volví a mi primer amor, que es la educación popular, la educación en los barrios, la educación como emancipación, como hecho constructivo entre todos, una reflexión constructiva entre todos, una cosa maravillosa. Y a mí me entusiasma tanto esto”, dijo al final.

Su experiencia con los alumnos en el campo.

Su iniciativa de la pandemia.

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